A finales del siglo XIX, durante la exposición Universal de 1888, Barcelona era una ciudad en efervescencia en la que la arquitectura vivía un momento notable.
La arquitectura se convirtió en aquellos años en un signo de estatus social de la próspera burguesía de la época.
Tener una casa modernista significaba figurar, estar al día en los círculos sociales.


Uno de los lugares que este paisaje urbano es más excepcional es el Eixample, una zona en la que durante los años anteriores y posteriores a 1900 se produjo un fenómeno arquitetónico extraordinario EL MODERNISMO, la particular versión local del ART NOUVEAU,corriente de gran explosión creadora que también dejó huella en la arquitectura de otras ciudades europeas como
Viena, Munich, Bruselas, Nancy, Glasgow o Berlin.
Barcelona tiene tantos edificios modernistas que es imposible citarlos a todos.
Pongo una pequeñísima muestra de ellos.
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